
Tres murieron, una cuarta persona sobrevive con una bala en la cabeza.
Las autoridades no tenían hasta ayer ningún sospechoso en los asesinatos ocurridos la noche de sábado de Terrance Aeriel, de 18 años de edad, Iofemi Hightower, de 20; y Dashon Harvey, de 20. La hermana de Aeriel, Natasha, de 19, permanecía hasta ayer en buen estado en el Hospital Universitario de Newark.
Las muertes alcanzaron el nivel de angustia en la más grande ciudad de Nueva Jersey, que ha visto subir su índice de asesinatos en 50% desde 1998. Una recompensa de $50,000 ha sido ofrecida por información que lleve al arresto de aquellos envueltos en este sangriento hecho, según anunció el alcalde Cory A. Booker.
Los cuatro vivían en Newark y asistirían a la Universidad Estatal de Delaware este otoño. Ninguna de las víctimas tenía antecedentes criminales, de acuerdo con las autoridades.
“Eran buenos muchachos”, dijo la fiscal del condado Essex, Paula Dow. Tal como los describió la Policía, los momentos que llevaron a los asesinatos fueron estremecedores. Terrance Aeriel, Hightower y Harvey fueron forzados a arrodillarse contra una pared en la parte posterior de la escuela y baleados a quemarropa. Natasha Aeriel fue encontrada a unos 30 pies de distancia, tendida cerca a unas tribunas con una herida de bala en la cabeza.
Las autoriades creen que se trató de un robo al azar cometido por varios asaltantes y que varias de las víctimas podrían haber tratado de resistir a sus atacantes. Las autoridades están reuniendo los detalles del ataques a través de entrevistas con Natasha Aeriel.
“Estoy muy furioso porque eran buenos muchachos con brillantes futuros”, dijo ayer la madre de Hightower, Shalga. “No merecían esto. Mi hija era muy dulce, una adorable jovencita que ayudaba a cualquiera en necesidad”.
Las muertes, junto con un tiroteo no relacionado durante el fin de semana que mató a un hombre de Montclair, elevó el total de asesinatos en Newark a 60 en lo que va del 2007. El lunes, el alcalde Booker nuevamente enfrentó críticas que sacaron a relucir la incapacidad de su administración de disminuir el alarmante índice de asesinatos.